Georges Simenon, por Bernard Alavoine

El período de la Ocupación no sirvió para mejorar las relaciones con su editor. Gaston Gallimard se olvidó de publicar las novelas de Simenon durante esos años oscuros, pero las ventas tampoco están a la altura de las expectativas de los dos hombres: su relación se ha enrarecido, y cada uno echa la culpa al otro. Antes de abandonar Francia, tiene que resolver ese problema de editor. Simenon elige a un principiante de origen danés, hijo y nieto de libreros. Se trata de Sven Nielsen, apenas mayor que él, y los dos hombres encuentran rápidamente un terreno de entendimiento. El primer contrato con las recién creadas Presses de la Cité se firma en julio de 1945, excluyendo así a la casa Gallimard. Ahora ya se puede marchar.

Simenon pone sus miras en América. El 5 de octubre de 1945, después de haber esperado algunas semanas en Londres, hace su entrada en el puerto de New York en compañía de Tigy y Marc. Empieza una nueva vida cuando tiene poco más de 42 años. Desea hacer borrón y cuenta nueva de esos últimos años, aunque ignora que un nuevo encuentro va a trastornar su vida. Apenas un mes más tarde de su llegada a América, y después de haber instalado a su familia en un pueblo de Québec, busca una secretaria bilingüe, lo que le parece indispensable en este país. El encuentro con Denyse Ouimet, una joven que le ha sido recomendada por uno de sus amigos, tiene lugar en Nueva York y será realmente determinante para Simenon. Este bonita canadiense de origen francés de 25 años será su amante desde la primera noche siguiente a su a su encuentro, en unas condiciones que contará en su novela Tres habitaciones en Manhattan.

"Mañana no estarían más solos, no estarían jamás solos, y cuando ella sintió de repente un escalofrío, cuando él sintió, casi al mismo tiempo, una vieja angustia olvidada en el fondo de la garganta, comprendieron ambos que acababan, en el mismo instante, y sin desearlo, de echar una última ojeada a su vieja soledad. Y ambos se preguntaron cómo habían podido sobrellevarla. Ya no habría más habitaciones en Manhattan. Ya no la necesitaban. Podían ir allí donde quisieran, a partir de ese instante, y tampoco necesitarían de un disco en un pequeño bar... "

Georges Simenon.

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